De niña tenía un crosh con Madero. Lo bueno es que no fui reportera de la Revolución.

Lección 17: No te tomes el Kool-Aid

Monica Cruz Rosas
4 min readJan 8, 2020

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Para todas las reporteras que hacen preguntas difíciles en la mañanera.

¿Ya leyeron El vendedor de silencio? Debería incluirse en los planes de estudio de todas los programas de periodismo en las universidades. Resulta muy curioso ver a un chingo de periodistas machines, versiones modernas de Carlos Denegri, recomendar la novela. Es como si los del Frente Nacional por la Familia promocionaran Handmaid’s Tale. No es un manual de operación, amigos.

Prometo no espoilear. El libro no solo cuenta la nada ejemplar carrera de uno de los periodistas más afamados de México, también expone la muy íntima y destructiva complicidad entre la prensa y el poder en el país. Esa relación de la que tanto se ha quejado nuestro actual presidente en sus conferencias mañaneras. Él asegura que en su administración se han acabado esos acuerdos turbios del llamado neoporfirismo.

De este tema en particular ya han escrito y hablado un sinfín de analistas, periodistas y columnistas. No seré una más. La conclusión es fácil, la misión que tenemos l@s periodistas en la 4T será demostrarle al público, no necesariamente al mandatario, que el periodismo incómodo no es sinónimo de traición ni de contubernio con la mafia del poder; que las preguntas incómodas en las mañaneras no son faltas de respeto; que la misión del periodismo es vigilar al poder, no alabarlo. No hay de otra. El gobierno siempre se echará porras a sí mismo, no necesita un acompañante.

Lo que más me entristece de esta situación no es que el primer poder estigmatice al cuarto poder. Eso siempre ha sucedido. El problema es que entre la audiencia se ha reforzado la idea de que la prensa está en contra o a favor de un gobierno, si no eres melón, eres sandía. Desde su percepción no existe una tercera vía, una prensa que sea neutral, que simplemente reporte con hechos, datos duros e incluya en sus entregas el mayor número de puntos de vista de un asunto.

Lector imaginario responde: “Ay, por Dios, no seas tan ingenua. Todos los medios tienen intereses políticos y económicos”. Tal vez, pero me consta que hay medios que exigen a sus reporteros un alto rigor periodístico. Y cuando tienes que cumplir esos estándares forzosamente tu trabajo presentará una serie de matices para acercarse lo más posible a la realidad. En la política nada es blanco o negro. Con esto no quiero decir que un reportaje riguroso justificará la corrupción u otros delitos, más bien presentará la situación con todas sus complejidades.

Los chismes, como los cuentos de hadas o las leyendas, siempre muestran las cosas en blanco y negro, con héroes, villanos y víctimas. Si el periodismo cae en el mismo formato, entonces, ¿cuál es el punto de pagar por una versión de los hechos que ya escuchamos en la vecindad o en el pasillo de la oficina? Si no hay novedad, no hay noticia.

A medida que vas recabando datos, entrevistando, atestiguando eventos, analizando la realidad meticulosamente, te darás cuenta que las cosas siempre son más complicadas de cómo nos las quieren pintar. Si algo parece demasiado bueno para ser verdad, es casi 99.99999% seguro que lo sea. El periodismo no nos hace cínic@s, pero sí nos obliga a cuestionar todo. A veces llega a tal grado que afecta nuestra vida diaria. Si alguien nos dice que ha sido capaz de comer solo una papa Sabrita o que le tomó 345 chupadas para llegar al chiclocentro de una Tootsie Pop, no le creemos. Tenemos que comprobarlo nosotr@s mism@s.

Por eso me resulta tan extraño que un/a periodista se tome el Kool-Aid de un gobierno así, de buenas a primeras. Esta es una metáfora muy gringa, una disculpa. Hace referencia a la secta de Jonestown. Un tipo llamado Jim Jones se hizo de un culto y mudó a su séquito de EE. UU. a Guyana para escapar de las autoridades fiscales. Cuando vio que el final de su reinado se acercaba, ordenó a sus seguidores beber Kool-Aid con cianuro para llevar a cabo un suicido en masa. Cuando los gringos dicen que te estás tomando el Kool-Aid significa que guardas una tremenda lealtad a una persona, una organización o un movimiento y los defiendes de cualquier cuestionamiento.

Si te has convencido de una causa política, si de verdad crees en la misión de un gobierno, únete a sus filas con toda transparencia y renuncia a tu rol de periodist@ imparcial. Me sigue costando trabajo creer que eso le suceda a alguien que se dedique a esta profesión, pero cada cabeza es un mundo y tod@s somos human@s. Si te gusta el Kool-Aid, pos vas, wey.

Aclaro que no estoy comparando a ninguna administración pública con un culto, tampoco les estoy diciendo miembros de secta a los que creen en causas políticas. Mi punto es que cuando eres periodista has presenciado tantas mentiras, tragedias, engaños, mañas, trampas y hipocresías a lo largo de tu carrera, me parecería muy difícil convencerles de subir a bordo del tren de la polaca. Conste, el carbón que mueve a ese tren puede ser de total amor o total repudio. El odio o el amor hacia los políticos no le sirven a este oficio.

Una vez ingerido el Kool-Aid te adjudicas la muy pesada tarea de justificar todos los errores, contradicciones o movidas chuecas de un gobierno. Siempre las habrá. Sí, hay gobiernos mucho peores que otros, pero no por eso al menos peor se le debe echar porras desde la prensa. Es como la banda en Facebook que le aplaude a los hombres que no acosan a las mujeres, o a los padres que cuidan a sus bebés cuando las madres van a la chamba. Nadie merece una medalla por hacer lo que le corresponde.

¿Se acuerdan del muy desafortunado artículo titulado Saving Mexico? Ya sabemos en qué acabó ese cuento.

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