El capitalismo se ha vuelto “compasivo”

Monica Cruz Rosas
4 min readJan 5, 2023

--

El mayor poder que tiene el capitalismo es su habilidad de reinventarse constantemente. Siempre se encuentra un paso adelante de la consciencia colectiva por lo que nunca nos damos cuenta de su fragilidad ni de la futilidad de nuestros intentos por acabar con él. Es una serpiente que cambia de piel y nosotros acuchillamos la piel desechada mientras que la serpiente ya zigzaguea muy lejos de nuestra navaja.

El capitalismo funciona a base mitos. La fantasía es el eje de su funcionamiento. Si no tuviéramos imaginación, el capitalismo no existiría, porque el capitalismo, aunque nos duela, es uno de los grandes inventos de la humanidad, un chispazo creativo diseñado para mantener una estabilidad individual y colectiva. Nuestros bisabuelos, abuelos y padres crecieron bajo el mito de la meritocracia. Y hemos pagado un precio muy caro por las frustraciones que derivaron de esa fantasía. Ahora que ese mito se desintegra ante su propia naturaleza insostenible (ni siquiera por un despertar o un descubrimiento), el capitalismo ha lanzado un nuevo mito: el del bienestar consumista.

Piensa y haz lo que quieras siempre y cuando mantengas las transacciones vivas. Hay que darle crédito, se ha vuelto mucho más flexible, pero a la vez mucho más atemorizante. Es como un hombre tan seguro de sí mismo que admite e incluso invita las críticas a su machismo. Sabe que es inamovible e impenetrable por lo que nunca se siente amenazado.

Claro, su arrogancia siempre ha sido evidente. Antes el mensaje era más o menos así: “Sí, tienes razón, esclavizo a la gente para procurar mi supervivencia, te engaño, te desprecio, te desecho y te obligo a desperdiciar tu vida por nada, pero, ¿qué vas a hacer? ¿abandonarme? Buena suerte”.

Ahora, suena más o menos así: “Sí, tengo un problema, pero no sé cómo cambiar, te necesito para ser mejor, por favor, quédate a mi lado. Encontremos juntos la solución”. El primero al menos era sincero.

¿Cómo se materializa esto? En dos vías principales. La primera es el activismo estético. Todo movimiento social, sin importar su origen o su causa, se empaqueta en una adorable tote bag decorada con frases inspiradoras. No solo se mercantifican las luchas que en décadas previas significaban la privación de la libertad, la violación, la tortura y la muerte, ahora también se reducen a una serie de pasos cómodos que se pueden completar mientras sorbes tu café con crema batida. El movimiento Black Lives Matter ha sido uno de los más infectados por este virus. Publica un cuadro negro en tu cuenta de Instagram para demostrar tu solidaridad con las personas negras que mueren a manos de la policía por el simple hecho de ser negras, dona el 10% de la monetización de tu video de YouTube a una organización que debe salvar las vidas que el mismo sistema que gestó YouTube raspa y descarta como suciedad en la suela de un zapato.

El segundo es peor porque afecta a muchas más personas. Es el de la plenitud hiperindividualista. Las plataformas en internet nos bombardean a diario con mensajes de positividad, autocompasión, autoamor, consejos para mejorar nuestra salud física y mental. Y como un buen mercado, el éxito está en la variedad. Existe la rama del constante automejoramiento que atrae a millones de pobres ilusos que aún se aferran al mito de la meritocracia. Cómo tener un abdomen marcado, cómo vestirse para impresionar, cómo pedir un aumento, cómo proyectar confianza en una presentación, cómo seducir mujeres para despertar la envidia de otros hombres, cómo maternar para despertar la envidia de otras mujeres. Y en el cómo se disfraza un qué, específicamente, qué comprar.

La otra rama es para las personas menos motivadas. Miles de rostros desconocidos nos recuerdan que está bien sentirnos cansados o frustrados o tristes o incómodos, que somos nuestros traumas y que nuestros traumas nos unen con otros. Es un terapeuta que nunca deja de hablar y que nos propicia a ser hiperconscientes de cada pensamiento, cada gesto, cada reacción nuestra y ajena. O bien, es un coach de vida que nos obliga a tomarnos esa foto mostrando nuestra celulitis, nuestras arrugas o nuestras canas a medio pintar. El filtro en este caso es el mito del autoamor. La clave no es amarnos a nosotros mismos sino declararlo al mundo un millón de veces para que los demás se odien a sí mismos.

Nada que surja de un sistema capitalista está libre de manipulación y dolor, pero sobre todo nada que surja de un sistema capitalista es gratuito. El pasar de un video al otro en Tiktok durante horas está generando dinero, el comprar ropa de segunda mano para protestar contra el fast fashion está generando dinero, el escribir una diatriba sobre el capitalismo en una computadora hecha a través de la explotación humana y ambiental en un programa que vende sus acciones en Wall Street, con la electricidad que provoca gran parte de la crisis climática, está generando dinero. No tenemos escapatoria, pero tengamos al menos un poco de conexión humana. Gracias por leer.

--

--